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Batió el récord de público en un concierto en España llenando la Cartuja de Sevilla con 74.345 personas en junio de 2022; este año acaba de repetir hazaña dos días consecutivos (140.000 personas) y ayer anunciaba que su último concierto de esta gira, Corazón y flecha, será en el nuevo Santiago Bernabéu, que tendrá una capacidad cercana a las 70.000 personas, el 29 de junio de 2024 (justo después de Taylor Swift). Un órdago a la grande en toda regla, teniendo en cuenta que ya tiene un concierto previsto en Madrid en el Wizink este verano, el 14 de julio.
Pero si alguien puede llenar ambos foros ese es Manuel Carrasco (Isla Cristina, 1981) que ya es, por pleno derecho, el cantante español que más entradas de conciertos vende. Así que en Esquire se nos ocurrió… ¿y si nos lo llevamos de karaoke para que protagonice la portada digital de este mes? Confieso que eso de ver cantar en petit comite a quién lo hace ante más miles de personas con tal solvencia, tenía su gracia. Así que quedamos con él, justo después de su doblete en Sevilla, en el karaoke clandestino de moda en Madrid (está en la trastienda de una tienda de decoración), para cantar y hablar con él de música, las luces y las sombras del mundo del espectáculo… y de juergas. Y comprobamos que a pequeña escala también es capaz de meterse al público en el bolsillo.
Empecemos por la parte interesante ¿eres muy juerguista?
[risas] Tuve mis épocas, claro. Soy de puerto de mar… [dice con una media sonrisa pícara irresistible]. Me lo he pasado bien y ahora que preguntas, me viene a la cabeza mi época de botellón, en la que recuerdo que siempre había una guitarra de por medio. Me he divertido mucho a lo largo de toda mi vida y el otro día mismo, cuando terminamos el concierto, lo celebré con toda mi gente y mis amigos. He tenido mis épocas, ahora quizás menos, porque con la familia tengo menos tiempo, pero siempre me ha gustado divertirme.
Y en esos botellones con guitarra ¿eras tú quien cantaba?
No, que va, cantábamos todos. Porque yo vengo de una tierra donde la mayoría de la gente canta. Recuerdo que nos íbamos a los botellones y nos daban las seis de la mañana tocando la guitarra y cantando y no íbamos ni a la discoteca. Era lo que nos gustaba. Y dio sus frutos, allí me formé. Fueron mis primeros conciertos [risas].
Desde luego suena muy divertido…
En mi tierra todo el mundo canta y lo hacemos en grupo normalmente, porque somos muy aficionados al carnaval, al tema de las comparsas, las chirigotas. Culturalmente está muy metido en nosotros y de ahí también me viene mi parte autoral. De hecho, yo sigo cantando solo con la guitarra a ratos en conciertos tan grandes como el del otro día. Allí en Sevilla me acordé en el hotel de una canción que hacía tiempo que no tocaba y la incluí del tirón. Me gusta improvisar, porque estoy acostumbrado, es algo que he vivido desde pequeño. Además creo que solo, sin la banda, me acerco más al público. Como si estuviéramos en el banco de una plazoleta y te cantara así, a pelo. Por eso no lo pierdo, por muy grande que sea el estadio.
Hablando de estadios, estás todavía bajo la resaca de los dos conciertos de Sevilla. ¿El estadio de la Cartuja se ha convertido en un símbolo para ti?
La verdad es que sí. Teníamos que empezar allí, porque era donde habíamos terminado la última gira con un concierto que quedará para la historia de mi vida. Así que cometimos la locura de reemprender esta gira en el mismo sitio, con la complejidad de que es uno de los conciertos más grandes, y encima dos días seguidos. El comienzo de una gira implica muchos preparativos y siempre hay un nervio mayor que cuando ya está más rodado. Pero ha sido totalmente mágico, increíble. Yo toqué muy tarde en Sevilla, como a los diez años de haber empezado mi carrera, pero cuando lo hice vendimos las entradas muy rápido…
¿Te estaban esperando?
Pues sí, me estaban esperando, así fue. Y desde entonces tenemos una especie de idilio especial, que vinimos a confirmar el otro día.
Tu carrera ha sido una carrera de fondo de verdad. Pero llegar hasta aquí no ha sido precisamente fácil ¿no?
Sí, a ver. Aunque mi carrera empezó de una manera mucho más mediática [quedó segundo en Operación Triunfo 2002], la carrera de un artista se hace luego. Necesitas conocerte bien y aprender a decir no. Respetarte y pelear muchas cosas. Y eso fue lo que hice, conocerme más y dedicarle mi vida en cuerpo y alma a esto, al paso que había dado. Y para eso se necesita un tiempo. Un tiempo que ahora me da la razón y tiene que ver con lo más bonito que me sucede hoy en día. Porque detrás de todas las luces y el brillo tengo el premio más grande y ese es que la gente venga a mis conciertos. Pueden pasar muchas cosas; puedo tener un apoyo mayor o menor, ser más o menos mediático, pero tengo una cosa muy importante, que es lo más difícil de conseguir y de la cual estoy muy orgulloso, y es que tengo un gran público en los directos. He tenido que sembrar bien para recoger ahora de esta manera tan bonita.
Una cosa que dicen quienes van a tus directos es que tienen la sensación de que les estás cantando a cada uno. No debe ser fácil llegar a tanto a público y tan diferente.
Creo que el gran secreto está en las canciones. Mis canciones tienen que ver con las cosas que uno vive, que uno siente y eso es universal. Además, yo no he perdido el contacto con la realidad, algo que es bastante común entre la gente que vive cosas excepcionales y especiales, como los artistas.
¿Es fácil meterse en una atalaya y aislarse del mundo real?
Sí, es bastante común, incluso te diría que creo que es hasta normal que ocurra. Por eso yo intento abstraerme de ciertas cosas y no quedarme en el halago. Y cuando me bajo del escenario, me voy a todo lo contrario. Porque ahí es donde encuentro la verdad y me siento cómodo. Y luego, eso sí, me hago fuerte. Digamos que hay una parte en mí que se enciende cuando lo hacen las luces y los focos del escenario, pero que luego apago, porque me gusta volver. Me gusta descansar de ese traje que me pongo para esto. Tiene que ver conmigo, con mi persona, pero entiendo que haya gente que se sienta muy a gusto en ese traje y se pierda un poquito más.
Es que ser el artista las veinticuatro horas del día tiene que ser agotador.
Se va aprendiendo con los años, aunque habrá quien no lo aprenda nunca. Pero si eres joven y entras en un mundo como este, normalmente cuando te conoces poco y todavía te quedan muchas cosas por vivir, tiendes a tener esa exigencia. Incluso tiendes a perderte, a sentir cierta obligación de estar veinticuatro horas con ese traje puesto. Y entonces se te complica tu vida real. Por eso hay tanta gente que cuando se apaga el foco se siente vacía, porque ha llenado mucha esa otra parte. Y ya te digo que no es fácil separarlo y si encima eres conocido y todo eso, es normal que escuches ciertas cosas que te confundan. En mi caso yo esa etapa la pasé hace tiempo. Por eso, quizás he llegado más lejos, de una manera más profunda y mucho más bonita. Porque yo personalmente he crecido mucho en ese aspecto, por lo tanto sigo escribiendo canciones que tienen que ver con la gente. Si te pierdes en el otro camino quizá acabes escribiendo con menos profundidad.
Y tras la vorágine de giras, ‘promo’ de disco, etc, ¿cuál es tu kilómetro cero?
Incluso estando de gira, conservo mi parcelita con la gente que quiero estar: mi familia y mis amigos de siempre. Te hablo de mis amigos del pueblo, donde yo vuelvo a coger aire. Además me encanta, porque con ellos no hablo de mi carrera ni de mis cosas de trabajo. El otro día vinieron al concierto y cuando terminó estuve con ellos y no hablamos del concierto. Y eso me encanta porque me ayuda a bajar esa presión de la que hablamos. Porque yo ya soy una persona bastante exigente con mi carrera, si no no habría conseguido tantas cosas. Pero me crea una presión que de alguna manera hay que liberar y por eso yo me evado, me voy de esa otra vida y hago las cosas normales que hacemos todo continuamente. Llevo a mis niños al colegio como cualquier otro padre, por ejemplo.
Dicen que lo más importante de lo que somos se forma antes de los 8 años. ¿Qué cosas del Manuel niño siguen en el adulto?
Pues yo tengo muy despierta mi infancia. Y no es que yo me recuerde de niño, recuerdo mis sentimientos y creo que sí, que me que me siguen acompañando. Yo vengo de una familia humilde donde las cosas nos costaban mucho y sigo teniendo ese sentimiento dentro. Cuando yo tenía que llevar cosas al colegio, una plastilina por ejemplo, tenía que buscarme la vida. Siempre fui con libros prestados al colegio. Recuerdo recorrer todo el barrio para ver quién nos dejaba los libros. Porque además éramos cinco y era una locura. Por lo tanto, ese sentimiento de que las cosas hay que pelearlas, que hay lucharlas, lo tengo muy dentro. Y el de valorar mucho las cosas. Y aún ahora, que tengo una vida especial, mucho más cómoda por las circunstancias. Y esa educación que yo tenía y que me ha valido de tanto, intento transmitírsela a mis hijos en la manera de vivir, en la manera de comportarme.
¿Y te comportas como tus padres contigo?
Sí, mi madre me sigue hablando casi como cuando tenía 8 años, me dice las mismas cosas. Yo no sé cuántas veces me dice el día: “Ten cuidadito, tómate las medicinas, come bien…”. Y yo me veo haciendo lo mismo. Es muy fuerte, la vida es un continuo círculo.
¿Alguna vez has pensado en todos estos años que no ha merecido la pena la pelea?
No, realmente no. Y con los años, menos todavía. Es que es el gran aprendizaje de mi vida, el haberme atrevido a dar estos pasos que he dado. Yo me hubiera quedado en una cuarta parte de lo que soy ahora mismo, no hubiera vivido ni me hubiera probado a mí mismo, ni hubiera escrito las cosas que he escrito… Ni me lo hubiera pasado tan bien, ni hubiera sufrido tanto. He ido al límite en todas las cosas, he vivido muchas vidas en una. Y eso que mi vida no estaba destinada para esto, porque estas cosas no le ocurrían a la gente como yo. Pero me ocurrió y estoy convencido de que ha sido por atreverme a escuchar la voz que tenía dentro, la que tenemos todos. Lo que pasa es que algunos no se atreven a hacerle caso y otros sí. Todos tenemos nuestros anhelos, nuestros sueños, cosas que queremos hacer… Pero la mayoría no se atreven y yo me atreví. Y me atreví teniendo mucho miedo, como nos pasa todos, claro que sí. Pero estoy muy contento por haberme atrevido y por seguir atreviéndome. Porque yo he seguido haciendo cosas cada vez más grandes. Empecé tocando en salas pequeñas, que ya me daba mucho respeto, y el otro día lo hice dos días seguidos en un escenario con 70.000 personas. Y me atreví y es súper complicado, hacerlo y hacerlo bien, y poder con eso… En la parte personal y en la parte artística, y creo que lo hicimos con nota. Y si no hubiera dado esos pasos previos, nunca me habría atrevido. En mi cabeza no hubiera entrado eso, pero he ido pudiendo. Y además de la manera más guay, que es haciéndolo de verdad, tal como lo siento. Porque antes, cuando era más joven, todavía me liaban, pero ya hace unos años que hago las cosas como yo las veo.
La música es terapia, desde luego. ¿De qué te ha curado a ti la música?
De todo. Todo lo que yo soy hoy en día, no te hablo de cosas materiales sino de la parte vital, es culpa de la música. Yo me subo al escenario y lo que me ocurre a mí, acaba traspasándose. Todas las dudas e inseguridades que tengo, que tenemos todos, se me quitan. Yo soy una persona más elevada encima del escenario, y no por su altura. Es como que me enciendo, voy más allá y hace que no piense, sino que viva. Yo estoy reviviendo las canciones en ese momento y las estoy compartiendo. Entonces se me va la pinza, las emociones van a tres mil por hora. ¿Y de qué va la vida si no es de esto? ¿De ir con el freno de mano? Pues no. Y encima de parte de la gente, del público, viene otro chute de energía que alucinas. Y todo eso me lo ha dado la música. Que yo me ponga en mi casa a escribir una canción que me guste y que eso acabe multiplicándose así. Y pensar que yo en un principio no me atrevía… Me habría quedado en una persona mucho menos completa. Y por eso en parte mis canciones hablan mucho de eso, de atreverse, del valor, de evitar los miedos. Porque eso me ha pasado a mí y sé de lo que hablo.
Ese sentimiento del que hablas ha convertido algunas de tus canciones en himnos para mucha gente. ¿Cuál ha sido la historia más bonita que te han contado que tenga que ver con una de tus canciones?
Muchísimas, pero me viene a la cabeza la de una chica que vino a verme a un programa de televisión en México. Estaba muy emocionada de verme, con lágrimas en los ojos, me dio una nota, me abrazó y se fue. En la nota decía que le había salvado la vida con la canción Que nadie. Que su marido la maltrataba y que gracias a esa canción había tenido la fuerza de salir de ahí. La canción dice: “Que nadie calle tu verdad, que nadie te ahogue el corazón…”. Ella se atrevió a contarlo y a salir de ello gracias a la canción y estaba muy feliz y tenía ese sueño de poder decírmelo algún día. Y a partir de aquí, ¿qué más puedo pedir? Para que veas el poder de las canciones. A veces uno no es consciente del todo y, cuando menos lo espera, hay alguien en un rinconcito del mundo a quien le está suponiendo algo importante esa canción. En las redes sociales escuchó y leo unas cosas, hay miles de historias entrelazadas a partir de mis canciones. Y por eso me dejo la vida en lo que hago y pongo lo mejor de mí al servicio de esta profesión tan bonita.
Este disco, Corazón y flecha, habla de las luces y las sombras de tu vida. ¿Cuál ha sido la flecha que te ha atravesado más profundamente?
Digamos que las flechas más duras son las de la gente que he perdido. Gente que he querido y he perdido. Un amigo que perdí, por ejemplo, un primo mío pequeño que perdí en su día. Normalmente está relacionado con eso y luego hay otras tantas flechas que a todos nos pueden herir en la vida. Con amistades, con amores… y de eso escribo. Pero también esta la flecha de mi hijo, al que le escribo, y las flechas de mis raíces. Pero yo te juro de verdad que estoy viviendo la época más plena. Porque me subo al escenario y disfruto muchísimo. A pesar de todo lo que me rodea ahora, porque hay mucha presión para que todo salga bien y hay muchas cosas preparadas, pero aún así, me subo al escenario y todo fluye. Y eso es maravilloso, porque no siempre ha sido así. Porque soy tímido pero ahí no me da miedo, no me da reparo porque es algo sagrado y me parecería que estaría engañando a la gente si no fuese así. Las canciones que me emocionan de verdad, las auténticas, son las que mejor funcionan y eso es maravilloso. Por eso ahí me doy permiso. Nunca he tenido esos reparos cuando compongo, me sale natural. Quizás por ahí es por donde rompo en parte mi timidez y me atrevo.
Ayudante de photo: Gabriel Boza/ Maquillaje y peluquería: Maria Solans por Mery make up/ Estilismo: Martina Tacchini/ Ayudante de estilismo: Alba Marín. Editora de fotografía:
Carolina Alvarez Plaza/Producción: Marta Sánchez/Edición de vídeo: Álvaro Verdú/ Agradecimientos: Piamonte 12 Concept Store (c/Piamonte, 12 Madrid).
